miércoles, 4 de julio de 2007

Tartamudez: el tabú de la lentitud


En tiempos en los que todo debe ser veloz y eficaz, el habla humana no siempre se adapta a estas exigencias. El tartamudeo es una enfermedad y una discapacidad, pero su origen y tratamiento son poco conocidos.

La tartamudez o disfemia es una disfunción motora que produce una alteración en la fluidez del habla. Los órganos afectados son la tráquea y las cuerdas vocales. La respiración también cumple un papel importante, y estos factores influyen en la coordinación motora del lenguaje.
Su origen puede ser neurogénico o cerebral, psicogénico o traumático, o de desarrollo, siendo esta última la manifestación más común. Puede ser hereditaria, y el 75 por ciento de quienes la sufren son hombres. Lewis Carrol, Winston Churchill, Marilyn Monroe y Bruce Willis han sido o son tartamudos famosos. En Alemania tartamudean unas 800.000 personas.
Si bien sus causas son conocidas, la tartamudez sigue siendo un tema tabú en la sociedad, que, por lo general, no la ve como una enfermedad que provoca discapacidad, sino que es considerada por muchos como un problema que puede y debe corregirse. Se la asocia con lentitud, con falta de inteligencia o voluntad, y este desconocimiento afecta al tartamudo más que la enfermedad misma.
En realidad, el tartamudeo sí puede someterse a tratamiento fonoaudiológico, pero éste será de apoyo y servirá para que el paciente, su familia y la sociedad acepten este trastorno y le dediquen la atención y paciencia que merece. Este es el objetivo al que apunta la Asociación Alemana de Autoayuda a la Tartamudez (BVSS), organización que cubre las necesidades de esclarecimiento y asesoramiento acerca de la enfermedad en todo el territorio alemán, brindando apoyo a los afectados, sus familias y al entorno social.
En conversación con, Ruth Heap, pedagoga y directora del sector Información y Asesoramiento de la BVSS, afirma que “es incorrecto hablar de una tartamudez evolutiva, ya que un 75 por ciento de los niños presenta entre los 2 y los 6 años una disfemia o disfluencia del habla, es decir, hablan con esfuerzo”. Muchos cortan las palabras y hasta producen sonidos agudos o seseos entre las mismas, en su afán de comunicarse.” Según ella, hasta los seis años puede tratarse de un fenómeno pasajero.
Sin embargo, “se le debe prestar atención, ya que, cuanto antes se tome en cuenta el problema, más fácil será poder brindarle un tratamiento adecuado.” Hoy en día la disfemia se diagnostica a partir de los cinco años de edad. “Cuando los padres notan que su hijo tiene dificultades para hablar, y comienzan a preocuparse, es hora de acudir al médico de niños para que éste lo derive a un fonoaudiólogo”, recomienda Heap.
“La mejor terapia es el apoyo al afectado”, dice Ruth Heap. “Es deseable que la tartamudez sea considerada una enfermedad y una discapacidad, y que los afectados y quienes los rodean aprendar a vivir con ella.
“Si consideramos que el aprendizaje del habla lleva al ser humano unos cinco años, se entiende la importancia del desarrollo del habla.“El desconocimiento de padres y maestros sobre el origen, diagnóstico y pronóstico de la enfermedad provoca miedo, y en este círculo vicioso el niño o el adulto afectado se bloquea aún más”, agrega la especialista.
Según Heap, lo importante en la escuela es que los maestros y profesores estén informados sobre la enfermedad. En cuanto a la familia y el ámbito social, es necesario reaccionar como se lo haría con cualquier otra discapacidad o con personas diferentes: con empatía, sin discriminar, brindándole tiempo para ser escuchado, respetando su “otra forma de hablar”, y evitando el estrés.
Una actitud correctora o exigente, interrumpiendo o apurando, es totalmente contraproductiva. En síntesis: desterrar la ignorancia, el miedo y la vergüenza, y fomentar un espacio para quienes no hablan como los demás.
Fuente. Cristina Papaleo

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